Datos sobre caridad Revelados

Aunque vierais poco malo, no juzguéis al instante a vuestro prójimo, sino más aceptablemente excusadle en vuestro interior. Excusad la intención, si no podéis excusar la acción. Pensad que lo habrá hecho por ignorancia, o por sorpresa, o por desgracia.

¡Perfectamente! Ruega para que mate a tu enemigo y al mismo tiempo salve a tu hermano; que muera el odio y que salve el alma. Ruega para que Todopoderoso te vengue; perezca el que te perseguía para dejar punto a que te sea devuelto tu hermano en la caridad (SAN AGUSTÍN, Sermón 211, Sobre la caridad fraterna).

Porque de nada nos serviría una fidelidad meticulosa en todas las cosas si echáramos en olvido lo que es primero y a lo que está arreglado todo lo demás (CASIANO, Colaciones, 1, 7).

La santidad de la Iglesia también se fomenta de una modo peculiar con los múltiples consejos que el Señor propone en el Evangelio para que los observen sus discípulos. Entre ellos destaca el precioso don de la divina gracia, concedido a algunos por el Padre (cfr. Mt 19, 11; 1 Cor 7, 7), para que se consagren a solo Altísimo con un corazón que en la virginidad o en el celibato se mantiene mas fácilmente indiviso (cfr.

Además, el escritor de Hebreos muestra lo apropiado del diezmo de Abraham cubo que fue cubo al “sacerdote del Alá Altísimo” (He. 7:1). Hay un sentido inherente de continuidad en Hebreos 7 que conecta el diezmo de Abraham con los diezmos que los levitas recibieron (y dieron) bajo el pacto moyálico.

Nosotros somos en todo y siempre iguales y acordes con nosotros mismos, pues servimos a la razón y no la violentamos (ATENÁGORAS, Legación 35).

En el alma correctamente dispuesta hay siempre un vivo, firme y here decidido propósito de perdonar, sufrir, ayudar y una aspecto que mueve siempre a realizar actos de caridad. Si en el alma ha arraigado este deseo de requerir y este ideal de requerir desinteresadamente, tendrá con ello la prueba más convincente de que sus comuniones, confesiones, meditaciones y toda su vida de oración están en orden y son sinceras y fecundas (B. BAUR, En la intimidad con Altísimo, p. 247).

Las palabras de la lección sagrada (paráTrola del mal rico y del insuficiente Lázaro) deben enseñarnos a cumplir los preceptos de la caridad.

En este sentido, la caridad se encuentra en el núcleo de la casto cristiana y se fundamenta en el inclinación a Alá y al prójimo.

Propietario porque amo, Poseedor para cortejar. Gran cosa es el inclinación, con tal de que recurra a su principio y origen, con tal de que vuelva siempre a su fuente y sea una continua emanación de la misma (Santo BERNARDO, Sermón 83).  

Desde una perspectiva filosófica, la caridad aún se relaciona con la idea de justicia social. Implica pelear por la igualdad, la dignidad y los derechos de todas las personas, especialmente de aquellas que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad o desventaja.

Igualmente los hijos de Israel y de Judá que habitaban en las ciudades de Judá trajeron los diezmos de las vacas y de las ovejas, y los diezmos de las cosas consagradas al SEÑOR su Todopoderoso, y lo acumularon en montones.

Contra esta aseveración de Cárdenas, puede invocarse el hecho narrado en la Historia Sagrada cuando nos relata que Abel ofreció a Yahve en el ara sus mejores ganados, origen de las primicias y del diezmo, fundamentado en el principio de que, siendo Altísimo el dador de todo acertadamente, a El se debe la primicia de ese mismo perfectamente que de El recibe el hombre.

Aunque yo entregare mi cuerpo a las llamas, no teniendo caridad, nada me aprovecha. Como si dijera: Aunque distribuyera todos mis capital hasta no reservarme falta de ellos, todo eso es inútil sin la caridad. Y si a esta liberalidad añadiera yo el tormento del fuego, dando mi vida por Cristo, pero sigo siendo impaciente, irascible, envidioso o soberbio, o si la injuria me indigna y hace copular en cólera, si busco mi interés, si soy mal intencionado o peor sufrido, la renuncia y el sufrimiento del hombre extranjero no me reportarán superioridad alguna, porque el hombre interior quedará aún cautivo en los vicios pasados (CASIANO, Colaciones 3, 8).

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